Copal blanco
El aroma del copal –el “incienso de la tierra“–, ha sido por centurias como bálsamo universal para purificar y potencializar la abundancia, al considerarse una especie de medicina para el alma y un mediador entre dos mundos –el material y el de los espíritus.
El copal es considerado como una resina sagrada y ha sido muy valorado y ultilizada desde tiempos ancestrales, por los pueblos originarios de América, como los mayas y los aztecas, que lo utilizaban en rituales de ofrecimiento, agradecimiento, conexión, inspiración y sanación. Los mayas consideran el copal dentro de las 3 cosas más valiosas y que sirven para ofrendar al mundo espiritual.
Para estas sociedades altamente espirituales, el aroma y estética del copal advertían una presencia divina. En sentido ritual, se ofrecía como alimento a los dioses por medio de un sahumador de barro. Éste se guiaba hacia los cuatro rumbos (del universo) y al Sol, para finalmente descansar en un brasero donde se atizaba el fuego con carbón. En ciertas poblaciones se colocaban fragmentos de la resina entre los alimentos que formaban la ofrenda.
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Uso milenario del copal
En la antigüedad al copal se le daba cientos de usos; Ya sea para reverenciar a los númenes del maíz –y agradecer si se ha dado bien la cosecha–, para hacer que del cielo bajara la lluvia, para velar muertes pero también para recibir a sus muertos, en la incesante ceremonia del Fuego Nuevo –donde se loaba principalmente la permanencia de Xipe Tótec, Huitzilopochtli, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca–, para honrar a los guerreros y valorar a los líderes, en las fiestas del calendario adivinatorio, o como un método de sanación y protección, el copalli nunca faltaba. Se sabe que, incluso, en recintos sacrosantos como lo era el Templo Mayor de Tenochtitlán, los braseros con copal se veían arder toda la noche.