Historia de Nicotiana en Europa
En Europa, el Nicotiana fue descrito por primera vez por los primeros cronistas de Indias. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez, en su obra Historia General de las Indias (Sevilla, 1535), escribe: «Entre otras costumbres reprobables los indios tienen una que es especialmente nociva y que consiste en la absorción de una cierta clase de humo a lo que llaman «t*baco» para producir un estado de estupor ».
Para los Europeos, el Nicotiaana Tabacum, fue descubierto por dos marinos españoles que, cumpliendo órdenes de Colón, exploraban el interior de la isla de Cuba, un mes después de que la Pinta, la Niña y la Santa María tocaron tierra. Las playas de San Salvador fueron el escenario del hallazgo; Cuando los dos marinos llegaron a la orilla, los nativos les recibieron con frutas, jabalinas de madera y ciertas «hojas secas que desprendían una peculiar fragancia».
Rodrigo de Jerez y Luis de la Torre, compañeros de Cristóbal Colón, fueron los primeros occidentales en conocer su existencia.Rodrigo, a su vuelta a España, fue encarcelado por la Inquisición acusado de brujería, ya que sólo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca.
Colón quedó sorprendido por su uso en ceremonias religiosas y sociales, pues para los indios esta planta poseía poderes mágicos y agradaba a los dioses. Era considerado una panacea: se utilizaba para combatir el asma, las fiebres y convulsiones, los trastornos intestinales y nerviosos y hasta las mordeduras de animales.
Por orden de Felipe II, Hernández de Boncalo, cronista e historiador de las Indias, fue quien trajo las primeras semillas que llegaron a Europa en 1559. Estas semillas fueron plantadas en tierras situadas alrededor de Toledo, en una zona llamada los cigarrales, porque solían ser invadidas por plagas de cigarras. Allí se inició el cultivo de Nicotiana Tabacum en Europa y, por este motivo, algunos historiadores sostienen que el nombre de cigarro proviene de esta circunstancia.
Pasados unos años, hacia 1560 la planta ya se conocía en España y Portugal. El embajador francés en Portugal, Jean Nicot de Villemain (1530 – 1600d.c), conocedor de sus múltiples propiedades medicinales, lo envió a su a reina, Catalina de Médicis, como polvo de rapé, para aliviar sus jaquecas (Charlton, 2004; Pascual y Vicéns, 2004), y de ahí que se llamara al t_baco «hierba de la reina», «nicotiana» o «hierba del embajador».
Catalina de Médicis padecía fuertes jaquecas e hizo caso al embajador cuando éste le recomendó que tomara la planta en forma de rapé. Los dolores desaparecieron y Nicotiana empezó a usarse como medicamento en Francia y el resto de Europa. Cuando Linneo publicó su Species Plantorum, eligió el nombre científico de Nicotiana tabacum en homenaje a Nicot.
La etimología de la palabra t*baco es controvertida. Una versión propone que «t*baco» proviene del lugar donde la planta fue descubierta, ya sea Tobago, una isla antillana, o la localidad mexicana de Tabasco. La versión más coherente es que proceda del árabe «tabbaq», nombre que se aplicaba en Europa desde al menos el siglo XV a diversas plantas medicinales.
En 1584, Walter Raleigh fundó en América del Norte la colonia de Virginia, copió de los indígenas la costumbre de fumar en pipa y se inició el cultivo del famoso picado para fumar de ese territorio, que se introdujo en Inglaterra en tiempos de Isabel I. Pocos años después, se había convertido en el principal recurso económico de las colonias inglesas. Los grandes viajes marítimos de los siglos xvi, xvii y xviii alrededor del mundo contribuyeron a llevar la planta hasta las costas de Asia, África y Oceanía.
En Japón, Rusia, China y Turquía su uso del se combatió inicialmente con medidas drásticas, hasta el punto de que el sultán Murad IV mandó a ejecutar a numerosos fumadores y, en 1638, las autoridades chinas amenazaron con decapitar a los traficantes. Con el tiempo, los turcos se incorporaron al mercado mundial del t*baco y se convirtieron en fumadores, al igual que los chinos.
Ahó!